viernes, octubre 06, 2006

¿Sueñan los policías con realidades virtuales?


Después de la experimental “Waking life”, a Richard Linklater le apetecía otra aventura con el rotoscopio. Ha elegido para ello un texto tan brillante como críptico, un policíaco de corte fantástico escrito por un paranoico genial: “A scanner darkly”, de Philip K. Dick.

Dick dio pie a aventuras oscuras que profetizan, en el escenario de un futuro próximo, la decadencia de una sociedad abocada al control gubernamental y a la consentida pérdida de valores y libertades. Títulos del cine de ciencia ficción moderno como “Blade Runner”, “Desafío total” o “Minority report” le avalan.

Linklater, por su parte es un cineasta desigual. Al contrario que PKD, su talón de Aquiles no es el abuso de estupefacientes ni el disfrute de enfermedades mentales, sino una irritante tendencia a la pedantería. Por ello, y con la salvedad de ese delicioso díptico romántico que, a pesar de su rebuscada verborrea, componen “Antes del atardecer” y “Antes del anochecer”, uno sabe que se va a aburrir en un patio de butacas repleto de culturetas a menos que estrene encargos gamberros como la descocada “Escuela de rock”.

La historia del policía infiltrado entre un grupo de yonquis, cuando las adicciones son consideradas como terrorismo –hoy cualquier disensión es vista como tal por los estados-, y obligado tanto a consumir como a delatarse para mantener la charada, es la de un perverso juego en el que reina la desconfianza, donde todo se criminaliza y la manipulación del individuo es absoluta. El perseguido que intenta aprehender su identidad en un mundo hostil y la mujer que dirige y participa en la traición son arquetipos de la obra dickensiana. El abrumador desconcierto ante las responsabilidades adultas forma parte del corpus autoral de Linklater.

Para acercarse más al delirante universo del novelista, el cineasta dirige a sus actores (encabezados por un Keanu Reeves estigmatizado por su Neo) y luego emplea meses en dibujar, vía informática, sobre los fotogramas para dar la sensación más de un tripi que de una cinta de animación. Y lo que en “Waking life” era una boutade, en esta cinta se transforma en un logro técnico al servicio de la narración. De haberse estrenado en su opción convencional, quizás estaríamos hablando de estimulante cine de género; tal y como nos llega, se trata de una experiencia que nos empatiza… pero lo hace con un desquiciado en un mundo de locos.