Lo más natural
Kerry Fox, Chloë Sevigny y Margo Stilley tienen en común el ser actrices de cine comercial que, en un momento dado, decidieron aceptar la propuesta de un director para mostrarse no sólo desnudas, sino expuestas ante la cámara –y un público, aunque adulto, convencional- en plena práctica sexual. Aceptaron porque leyeron los guiones de “Intimacy”, “The brown bunny” y “9 songs” y sintieron que sus personajes, en el contexto de una trama dramática, debían de practicar felaciones e incluso (en el caso de esta última) culminar el coito con la eyaculación de su partenaire masculino. Creyeron, como los directores (todos ellos hombres), que más allá del acto físico retratado objetivamente, se hallaba una expresión anímica tan cotidiana como las lágrimas o defecar. Y si bien de lo primero había más que sufiente en décadas de séptimo arte y de lo segundo apenas se mostraba de tanto en tanto la disposición cómica del individio apurado, ya era hora de evitar la penumbra, las sábanas y las elipsis que acompañaban a los gritos sofocados, los espasmos fingidos y los desnudos intrascendentes en escenas pensadas más para sacar partido comercial del morbo que para hacer avanzar una trama o describir a personajes.
Pero hablamos de actrices dramáticas serias, de sólida formación y con una carrera a cuestas (una vez más, la Stilley destaca por ser la menos conocida del grupo). No es lo mismo que, por ejemplo, poner en similar tesitura a la desaparecida Karen Bach y su compañera Rafaëlla Anderson en la violenta “Baise-moi”, por cuanto ambas eran actrices provenientes del cine pornográfico y las realizadoras de tan polémico film buscaban epatar. Ni siquiera hablamos de la valentía de Bryce Dallas Howard abriendo sus genitales en la minimalista “Manderlay”. Buenas o malas, las películas que les llevaron a enseñar su sexualidad pretendían afrontar el tema con naturalidad y enmarcarlo en una historia coherente que hiciese imprescindible tal atrevimiento (para mi gusto, sólo lo logra la cinta de Michael Winterbottom; la de Patrice Chéreau se entiende igual cortando esas secuencias y la de Vincent Gallo es un pestiño donde resulta prescindible del primer al último fotograma).
Ahora bien: vivimos en la era de la democracia digital. El mismo dvd que permite hallar gazapos en películas históricas de antaño, puede ser reeditado con programas caseros para el ordenador de cualquier sátiro que no sólo extraerá capturas fijas y seccionará las secuencias de vídeo más jugosas, sino que las compartirá en la Red –incluso sin ánimo de lucro- con cualquiera que teclee el nombre de las actrices mencionadas. Y si bien ellas han demostrado no temer a sus cuerpos ni a los impulsos elementales del ser humano, la posibilidad de descontextualizar esas escenas supone violar el pacto de la actriz con el personaje. Ya no estaremos presenciando, por ejemplo, la trágica aventura adúltera entre Claire y Jay, sino espiando a Kerry Fox mientras excita con la boca un pene. Ya no seremos cinéfilos, sino pornógrafos. Ya no disfrutaremos como espectadores, sino como pajilleros. Lo que supone una falta de respeto al trabajo de l@s intérpretes y traicionar las intenciones de los cineastas que proponían algo más que apagar las calenturas escopofílicas…
PS: acompaña a este artículo una videocaptura de "The brown bunny" (2003), en la que Chloë Sevigny practica una felación al director y actor Vincent Gallo.
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