La política, como la música
Escuché este viernes por la tarde una acalorada discusión entre abuelos, a la sombra de los árboles de una plaza pública. El tema, por lo oído fugazmente, versaba sobre la honradez de los que se sacaron billetes para España en la naviera “cayucos”, pero igual podría haber sido sobre las paranoias opositoras post 11-M o sobre cualquier otro tema de la candente actualidad. El meollo del asunto está en que las encontradas opiniones rezumaban el fundamentalismo de los que se han visto –y si no ellos, sus hermanos mayores, padres y tíos- en trincheras enfrentadas. ¿Viejos combatientes discutiendo la actualidad social con premisas y formas obsoletas? Entonces he caído en que el problema es generacional: que es lo mismo que cuando los padres se escandalizan de la música que escuchan sus hijos, olvidando que ante sus propios progenitores tuvieron que defender, por ejemplificar, a los Beatles o a los Rollings. Osea: que nos acomodamos en la sociedad que construímos –o al menos en la que vivimos en nuestro esplendor- y no entendemos cómo nuestros descendientes quieren cambiar tan idílico paraíso occidental a su imagen (¡y tan pronto!). Por eso me da miedo que el Papa y los presidentes y primeros ministros de los países más poderosos sean unos yayos: porque, a toda costa, proponen SUS viejas soluciones para NUESTROS nuevos problemas.
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