miércoles, enero 23, 2008

Oxford style


Aún recordamos boquiabiertos la decisión de Álex de la Iglesia de no dirigir “Alien: Resurrección”, trocándola por otra aventura internacional pero afín a sus pretensiones de autoría: “Perdita Durango”. De la Iglesia, cada día más suelto técnicamente, me resulta tan barroco como fatuo argumentalmente desde entonces, y eso teniendo a Gerricaechevarría, el gran hacedor de cine de género y comercial que (afortunadamente) no parece patrio, como fiel co-guionista.

Años después, felizmente “vendido” al cine de encargo en el que se crearon mitos como Ford o Hitchcok, el vasco hace lo mismo que con “Perdita…”: fidelidad a un novelista (entonces con Barry Gifford; ahora con el argentino Guillermo Martínez), dejando la cacareada autoría al responsable del negro sobre blanco.

Con “Los crímenes de Oxford”, el orondo, simpático, eficaz y esperado director hace lo que J. A. Bayona con “El Orfanato”: una película que no parece española y que como tal arrasa en taquilla (el patio de butacas hasta la bandera en mi sesión: tercero de los cuatro pases del viernes de estreno), pero que no deja de ser un producto gris en el maremagno de producciones similares con auténtica etiqueta hollywoodiense. Al menos, Bayona puede revender su producto; con el barbilampiño Elijah Word y el magnífico John Hurt, de la Iglesia se enfrenta sólo, sin remake posible, al mercado internacional. Merece suerte, pues el acabado formal (de lo visual a lo más artístico, como la partitura del fabuloso Roque Baños, ¡sí: el director de orquesta en esta ficción!) es impecable.

Pero la trama… Le pones matemáticas al aderezo y los pobres mortales del EGB (¡ni me imagino los de la ESO!) sufren con las herméticas ciencias que nos mortificaron en el cole y que hacen millonarios a los hermanos Scott con su magnífica producción detectivesca para tv “Numbers”. Las aventuras de los ficticios hermanos Epps también son género puro y comercial, trama policiaca vulgar (para el vulgo, se entiende), pero están mejor explicadas, más caladas en la trama y apenas trampean con la lógica: tres defectos de la película del español (y la novela del chévere), que entre números y filosofía, se pretenden ocultar pistas inexistentes, malvados de medio pelo, motivaciones rebuscadas, falta intencionada de algunas secuencias/escenas, flashbacks y flashfowards innecesarios, finales alternativos y… todo ello para llegar a la típica escena de intriga de salón, a lo Agatha Christie, donde la resolución de los archiensalzados crímenes pretende resultar asombrosa cuando apenas llega a simpática.

No obstante, la cinta supone un conjunto agradable de ver, generosa en los desnudos de la venérea Leonor Watling, aunque cabe preguntarse el porqué de la insistencia de desarrollar la acción en un 1993 de zapatófonos… ¿quizás para justificar la edad de algunos personajes semi-históricos? Las respuestas las tiene el bueno de Álex, presto a seguir su aventura en inglés con una adaptación de “La marca amarilla”, una aventura de los personajes creados por el seguidor de la escuela de la línea clara Edgar P. Jacobs, al que sus seguidores hicieron favor despojándole de tanta letra a un cómic cuyos mejores títulos son apócrifos: mi favorito, “La maquinación Voronov”. A lo mejor, para de la Iglesia, estas aventuras retro son una forma de quitarse la espinita de no haber adaptado a todo trapo a Sax Rohmer. Ojalá también llegue y, para entonces, a él y a su co-guionista les importen más los hechos que las hechuras…