Mutantes vs. Frikis

Estábamos todos: Luis, que antaño era proyeccionista (y al que un día pegué un fugaz morreo para escandalizar a una tercera persona presente); David, que ahora es el cabinero de más experiencia tras el encargado de los cines (pasó de habitual en "Casa Charo" a padre de familia en el momento en el que una colombiana lo pescó); Bea, que se operó las tetas para hacérselas más pequeñas (¿más aún? ¡Qué autoestima!); Pepe (un tipo majete que conocí gracias a Sergio "siguehablando" y que se da un aire a Julian Richings -que hace un pequeño cameo como mutante en la tercera entrega cinematográfica de la Patrulla X-); la sardónica Lidia (mi sueño húmedo bdsm recurrente tras la fuga de Julia Bosch del cuerpo de taquilleras/acomodadoras para casarse con... ¡un matemático!); y estaba yo, que había ido de la manita de Isabel (está empezando a ser una costumbre esto de viernes: cine-helado-paseo-confidencias, Isa...). Todos parecíamos de acuerdo: un preestreno el día anterior, 25 de mayo, "día del orgullo friki", de X-Men III, con frikis disfrazado/as habría sido muy apropiado.

La peli mola: Brett Ratner es un artesano exclusivamente capacitado para rematar satisfactoriamente sagas de prestigio que sus directores originales han abandonado por proyectos aún más rimbombantes y ha entregado una tragedia clásica plagada de acción que cierra sin un descarado cliffhanger una trilogía con una trama plagada de sorpresivas muertes para el neófito del universo Marvel. Quizás más metraje y aventuras habrían sobrado, pero uno sale con el recuerdo de los 133 minutos que duraba la segunda entrega y estos 104´(los mismos que la primera parte) le saben a poco. Queda claro que Famke Janssen es la dominatrix por excelencia; que Halle Berry está "podrida" de buena; y que va a ser muy difícil, hasta pasado un tiempo prudencial, ver en una película a Ellen Page sin protegerse el "paquete".

Durante la proyección, tomate: un X-Man... "Mostrenco" (?) echa en cara no sé qué a un adolescente espectador sentado detrás nuestro. Al finalizar la sesión, el adolescente se va por otra puerta y el orondo y furioso tiparraco se queda agazapado a ver si logra pelea. Me percato de ello justo cuando, saliendo de la sala, le comento a mi acompañante que no entiendo la actitud del fulano, reprimenda que me oye pronunciar pero no debe de suponer que se refiere a él, lo que me libra de ser una víctima colateral de su ira. He acabado celebrándolo con un paseo, un helado, evitando a mi jefe y repasando -con la mirada- el culo de la quiosquera del Corte Inglés, que con esas nalgotas y esa cara de amargada siempre he pensado que yo tenía la lengua adecuada para rebajarle el susto que lleva la pobre. Será que muto con el calor...

PS: a pesar de lo dicho arriba, la peli no acaba hasta que ha pasado el rodillo de los créditos finales. ¡Sorpresa, sorpresa!