miércoles, abril 01, 2009

Seis meses, dos horas, cinco minutos y un año


Hematología, en el Miguel Servet de Zaragoza, tiene las consultas externas en la calle dedicada al fascista Cardenal Gomá. Recibir cita, con seis meses de antelación, para una revisión de un linfoma (no Hodgkin) "en remisión total", el mismo día en que se leyó el último parte de la Guerra Civil (que Gomá tildó de "Cruzada") no pinta bien para una sensibilidad cercana a la República.

Pequeño castigo: dos horas de espera (estás citado a las 12.10; te reciben a las 14.20) que sirven para fusilar 70 páginas del Fotogramas de abril; mirar las botas de la rubia cuarentona de delante; echar imaginación con las gemelas (igualmente cuarentonas) de la derecha; o ver las diferencias entre las hermanas (éstas treintonas) de la izquierda: lectora de Gomorra en vaqueros una; ejecutiva de traje sastre, tacones y revista Glamour la otra. También para soportar los comentarios en voz alta de los abuelos maños (acento sin talento) y unirte al coro de risas y felicitaciones a los pacientes que van llamando... ¡para otros despachos!

Al final, cinco minutos sobran para decirte que el TAC y los análisis están bien; que el hormigueo de la espalda (donde te estirparon el tumor que te ha dado mal psicológico durante la semana previa) o es que la tienes dañada, o es que te va a visitar un herpes; y que, vaya por Dios, que una enfermera torpe del Ramón y Cajal te pinchase un nervio al sacar sangre y te lo dejase quemándote como un demonio cada vez que giras las llaves de casa, cambias de marcha o alcanzas el salero (con que te abran la puerta, ir en bus y cuidar lo de la sal para tu tensión... ¡arreglado!) ya es mala suerte. Nada que añadir a los dos últimos tropiezos médicos: de esos se ha de encargar mañana mi médico de atención primaria; algo que decir al diagnóstico original: paso de ser visitado seis meses a un año antes de tiempo (se suponía que me quedaban dos años y medio a golpes semestrales). Parecen buenas noticias.

¿Para eso dos horas de espera? Entiendo hasta hora y cuarto (mi récord de comprensión se sitúa en diez horas de urgencias para salir igual que entramos: me trapiñé tres revistas y un diario). A partir de allí me desespero. Y sin lectura (no suele ser el caso) me subo por las paredes. Sin ser desagradecido al sistema y a las personas que me sanaron: esperé más de tres cuando me informaron de que el tumor era maligno, y volví a casa tan derrotado como cansado.

Pero hoy...: comida golosa tardana, cagada a gusto como hacía días y siesta destroyer. Pequeños homenajes para celebrar que sigues con vida. Aunque tu vida sea (o la conviertan en) una mierda...

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